sábado, 10 de enero de 2015

Días sin efemérides

El río Tormes a su paso por Salamanca, España. Vista de su Puente Romano.
Tarde del 8 de enero de 2015.


Me gustan los días en los que parece que no pasa nada.

Procuro las fechas en las que el dolor, la pena, la muerte, se quedan sin dientes, en los que duermen lo egregios del santoral y enmudecen las pirotecnias forzadamente festivas.

Señalo en mi calendario ese lunes, aquel miércoles,el otro domingo, este día..., en que la única primera plana que quiero ver son unos ojos.

Amo aquellos ratos perdidos en que andamos lentos, y, me acuerdo, sólo leía los titulares, las columnas y los comunicados que salían de unos labios callados.

Busco las horas quietas, las que gravitan sobre su eje sencillo, amigo, como cuando nos sentábamos en la silla de enea a hablar de nuestras cosas futuras.

Ese día quiero, como tú, como el otro..., en que el pan se deja ganar sin aspamientos, en el que en la huebra que nos ha tocado para la jornada, nuestro arado no topa con las piedras ni se enzarza en la maleza de los problemas.

Cuando no se necesitan comités, ni reuniones ejecutivas, ni salas de prensa,ni subidones de la Bolsa, ni subsecretarios para anunciar que se está existiendo.

Me gustan los días ensimismados; esos que no dejan de mirarse en los espejos de su instante como hacemos todos en los escaparates cuando nadie nos ve.

Hay momentos en que la dicha necesita de poco para arder: apenas un río calmo en su curso hacia un océano lejano, tan solo un instante que parece vacío.

Y mientras nacen niños, alguien encuentra un buen trabajo, los enamorados sirven al amor, y a uno le toca la lotería, y a un tendero triste alguien le sonríe; y una mujer regresa a casa fatigada pero feliz de ver a su familia, y un ministro firma una ley,y hay manifestaciones por las calles del descontento, y amantes hay se reunen en hoteles sudorosos, y sirven el rancho en las cárceles y en los cuarteles; y se oye el júbilo en los patios de los colegios, y las viudas lloran en los sepelios, y pasan aviones por el cielo y se sufren atascos en las ciudades, y una guerra acaba de empezar, y un anciano echa migas a las palomas por todas las plazas del mundo...

Sí, son esos días en los que nada ocurre, y en los que nada deja de acontecer.

Y en los que nuestra vida, ay, sigue hacia el insobornable mar de Manrique.

Publicado en el periódico digital
Salamanca RTV al Día.
Miércoles 25 de febrero de 2015.

Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes

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