martes, 6 de enero de 2015

Y los tres magos llegaron...

Mediodía en la Plaza Mayor de Salamanca, 5 de enero de 2015.


Cuentan, y no son cosas de escribidores, que la estrella mostró al fin a los tres Magos el lugar donde obraba el prodigio.

Era un día frío, de los de enero, y el oro del sol bruñía las cosas como de oficio. Notaron al llegar a la ciudad de la que les habían hablado los designios, que por las calles volaba un incienso de churrerías, de mercadurías de abastos, de lavanderías y de muchas tabernas.

La hora estaba a punto de cincelar el mediodía. Lo sabían, andaban apresurados por lugar tan renombrado; tuvieron problemas para aparcar sus transportes, y ya nadie sabría decir por qué estrechas callejuelas  se extraviaron.

Al fin llegaron a una plaza, y era ésta tan ancha, dorada y llana, que sin duda allí habría de ser donde acontecía la gracia de la que les habían hablado, dijo el más joven.

Fue en ese instante cuando el gran reloj repartió sus doce campanadas, y el acero que moría en el aire dejó el instante perfumado de mirra. Entonces supieron que habían llegado, que la señal estaba cumplida, anunció el más anciano; el de las albas barbas.

Y tomaron nota de lo que allí sucedía para poder narrarlo por sus reinos. Observaron con fruición el paso de hermosas mujeres que iban a los templos de los dioses, a los del saber, o a los de las cocinas que son los mercados. Vieron a muchos jóvenes montados en los corceles de sus bríos, se fijaron en el rasposo cruzar de los recaudadores de impuestos; en el más digno de los munícipes de amplia toga, en el señorial de los doctores, y en el aire romano que se daban los hombres de negocios.

Pero sobre todo observaban a la gente del común que, como ellos mismos hacían, se maravillaban de la criatura de un simple día.

Aquello les pareció bueno, y se sentaron en un banco de dura piedra en acto de modesta adoración. Algunos dicen que los tres magos nunca regresaron a sus patrias, y que en este ágora, cuando suenan las doce, si se está atento, se les puede ver en su asiento gozando de las sencillas epifanías de la vida. 


Feliz día de Reyes Magos, amigos lectores.

Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes


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