jueves, 24 de abril de 2014

Amados del sol


Foto del 21 de abril de 2014.

Fue ayer cuando después de meses me encontré con Heliodoro.


Tiene 94 años y no le he visto en todo el invierno, así que yo me decía, yo me preguntaba...

La mañana abría sus portones de cielo, cuando le vi cruzando lento, arrastrando sobre las losas de granito sus zapatillas de paño de las de andar por casa. Y me pareció el más acorde con el lugar, pues nuestra Plaza Mayor es el gran salón de la mansión ciudadana; buen decidero, buen escuchadero, buen lugar para leer las noticias de las nubes.

Muchas veces he compartido banco con Heliodoro hablando de su pueblo, Las Casas del Conde, y del vecino Sequeros donde yo me crié. Un día le hablé de nuestras rapiñas de cerezas en sus frondosos huertos , cuando subíamos del río en los veranos de la infancia. "Ay hijo-me decía- entonces había fruta de sobra y no era estorbo vuestras chiquilladas, y mira ahora, baja y lleva la fruta que quieras, pues ya mucha ni se recoge..." Y le noté un claro gesto de tristeza, como si quisiera decir que los ladrones más temibles para los pueblos son el despoblamiento y el olvido.

Heliodoro ha sido desde muy joven frutero en la ciudad, y en otra ocasión me habló de cuando iba con sus banastos de provisión al cuartel general de Franco en el antiguo Palacio Episcopal. Así supe que además de tomar chocolate con bizcochos mientras firmaba sentencias de muerte ( de lo que nos cuenta Francisco Umbral ) al "Calvillo" que acaudillaba aquella molienda de la Historia, le agradaban mucho las ciruelas claudias de nuestra Sierra de Francia.

Y digo yo que también le aliviarían sus rigideces marciales, aunque me da que esto va a ser mucho decir.

Cuando ya me iba ayer, yo, que peco de listo sin serlo, le pregunté al buen anciano si sabía el significado de su nombre. "Amado del Sol es lo que significa Heliodoro" dije. Él me miró con sus ojos lagartijos, sonrió, y dirigió complacido su rostro al cielo.

Y allí quedó el viejo serrano saciándose del sol candeal que todavía mima las cosas, proyectando sobre la plaza su sombra conforme, como de tarea cumplida, en lo anónimo de la piedra común. 

Y como Heliodoro, otros cientos, miles, millones fueron en los años, los que llegamos de tantas partes a construir la historia chica de la ciudad, y que no necesitamos nunca de medallones en la arenisca para ser confirmados por el sol.

El Escribidor del Tormes.
Fotografía: Don Heliodoro Sánchez Crego, inmenso a sus 94 años en la Plaza Mayor de Salamanca.

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