lunes, 16 de junio de 2014

El grano de la luz


Tercer piso del Museo del Molino en el río Tormes, Salamanca. 14 de junio de 2014.
                      Mi nascimiento fué dentro del rio Tormes, por la qual causa tomé 
                      el sobrenombre, y fue desta manera.

La vida del Lazarillo de Tormes,
de sus venturas y adversidades. 
año 1554, anónimo.


Y verdad sería lo que nos cuenta Lázaro de su inicio en las páginas de la Literatura mundial, pues aunque un personaje sea de mucha ficción, y se esconda en la invisible tinta de lo anónimo, nadie sabe mentir del todo sobre sus orígenes.

La medianía tormesina donde este pícaronos cuenta que vio la luz, se encuentra aguas abajo del lugar en que tomé esta foto, en Tejares, antaño municipio y hoy barrio de Salamanca. Era aquel lugar que quiso hacer de cuna, o cestilla de Moisés más bien,  un molino como éste del que cuento.

El sábado pasado me dio a mí por meterme en medio del río.

Lo hice al entrar en este gran caserón de tres plantas y sus abajos, que interrumpe los párrafos de corriente fluvial de nuestro Tormes, cerca del viejo Puente Romano.

Era antaño esta edificación la principal de un complejo molinero que hoy ha devenido en museo para espigar turistas. Los otros edificios de la hacienda industrial, son hoy un casino de juegos, un hotel y otro museo dedicado a la historia del automóvil. 

El día quería ir de medianías, y sonaban las campanas de la ciudad anunciando el mediodía, cuando entré en la primera de sus salas.

Solo, totalmente solo entré, y solo; felizmente solo deambulé por sus instalaciones durante dos horas. Observé las gran turbina que le tomaba al agua su poder motriz, tanteé las numerosas máquinas de madera y hierro que convencían al cereal de que soltara la albura y fineza de su grano, toqué las bocas de la envasadora de los sacos donde caía la rendida harina; atendí a los paneles explicativos con la historia y fotografías de la recuperación de la ruina del caserón.

Pero a mí, lo que más me convocaba, eran los rayos de luz incisa que entraban por las ventanas en las grandes salas. Así que me senté en un rincón, y con la turbina de mis pensamientos intenté durante buen rato la molienda de los haces de rayos de la claridad.

Acaso también Lázaro intentara en alguna  de sus mañanas descifrar los cuentos de la luz.

Afuera los relojes trituraban con su maquinaria la hora y el metal bautizaba un nuevo instante anónimo y huidizo. Los turistas fatigados se sentaban en las terraza del hotel en busca de refrigerio, los jugadores  dormían las ganancias o perdidas de la ruleta de la noche, los niños  salían con cara de velocidad del museo del automóvil...

Yo seguía sentado en la tarima de un antiguo molino. Pensando en los espectros de las letras, en las harinas de otros tiempos; en los granos del futuro. 

Y es que todos en nuestra soledad,  molemos con nuestras cavilaciones los granos que al gran molino del mundo trae la luz.

Ángel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes.

2 comentarios:

  1. tu eres los ojos con los cuales podemos descubrir otros lugares menos conocidos de nuestra amada ciudad sigue así...

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  2. Gracias Carmela Muñoz por tus palabras, me alegra que te haya gustado. Un afectuoso saludo, buen día...

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