jueves, 22 de mayo de 2014

La perspectiva de la edad



Se llama Justo y ya lo tenía yo visto por nuestra Plaza Mayor.

Es uno de los entrañables ancianos que hay por las plazas de todas las ciudades. Sí, le veo muchas veces posando para los turistas que le piden su estampa, o charlando más a menudo con las bellas estudiantes que con las consabidas palomas urbanas. 

No había coincidido con él, y las ganas me rondaban, así que ayer que le vi solitario en un banco, y fue la mía.

Y voy yo y le digo a modo de saludo: "Ya le tengo yo visto a usted por este ágora". Justo empieza el esbozo de una sonrisa, pero la detiene; y no es que me mire mal, es más bien que no me quiere mirar porque se vuelve sobre sí a mirar sus pensamientos.

Hacía un día tan descortés que no merecía la pena que habláramos de él- anda  que le zurzan con estos fríos en pleno mayo-, y la parla derivó por el otro tema usual: el de la edad.Me cuenta que en unos días cumplirá años. Luego sigue por  lo que él tiene visto en esta plaza desde el número redondo de su edad.

Me cuenta las múltiples formas en que ha visto  (y eso sí que es ver) las piedras donde estamos, desde el año 1934 en que llegó a la ciudad para hacer su servicio militar. Luego prosigue con aquella Guerra Incivil que se quedó en su generación  como a otros se les queda una piedra en el riñón. Pero él la pasó entera en la ciudad, en el retén de la prisión, pero aquella que una vez estuvo por la zona de la Gran Vía. 

Por entonces,continuó,eran cuatro hermanos y todos en edad de batallar, pero, cosa que yo no sabía y al estilo de la película "Salvar al soldado Ryan", no dejaban ir al frente más que a dos a la vez. 

Luego me dijo que hacía 20 años que viudaba por los días, y no se lo oí, pero el deje de su voz me susurraba que estos veinte años sin esposa, se le estaban haciendo mucho más duros que los primeros veinte de su mocedad, cuando dolía el ímpetu de la sangre y la carne pinzaba por concertar mujer.

La plática nos la fastidiaba el viento entrometido y había que irse, pero antes aún le pregunté que con qué "uno" de la edad que en unos días cumplirá -101- se quedaba; si con el "1" del principio de la cifra en el que volvería a ser bebé y comenzaría de nuevo su vida, o con el "1" final que representa todo lo que es, todo lo que ha visto y todo lo que ha cumplido.

Justo no contestó; yo ya no esperaba la respuesta. 

Nos despedimos en silencio tras un apretón de manos, y caminamos cada uno hacia una  salida opuesta de la Plaza Mayor. Yo iba con la certeza  de que Justo avanzaba con el brillo suave de su elección en los ojos.

Y que el sabio anciano había elegido el "O" de la cifra de su futura edad también lo creía, aunque no sabría decir por qué.

Ángel de Arriba Sánchez.
El Escribidor del Tormes

Otro día con Justo:
Post "Al sol tierno de San Miguel" en este blog.

Con Justo, ayer, 29 de septiembre de 2014, día de San Miguel.







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