martes, 11 de agosto de 2015

Cuéntamelo otra vez...

Sequeros, Sierra de Francia, Salamanca, Castilla y León, España...Mi nostalgia.


Ay mi Sequeros,cuéntamelo otra vez...

Cuántas veces correteé por estas calles,donde la piedra se sabe viejos romances y la cal sirve de espejo a los buenos vientos.

Cuántas veces subí liviano la cuesta de mi calle, la del Teatro, la misma que León Felipe me dejó pintada para siempre del azul de la hoja. Y las veces que ante el mostrador del ultramarinos de Gil, hombre bueno donde los busques, le decía del arroz, del bacalao,de la lista de la madre, de unas adidas que nunca llegaron... Y que lo apunte; dice mi madre. Gil sacaba entonces su grueso cuaderno de provisión, buscaba nuestra página, me miraba con sus ojos de gran atún de ultramar, y me dejaba sisar unos polvorones, unas chucherías, y demás golosinas para engañar la rapacidaz de mi edad.

Ahora voy alguna veces, y ando por estas calles como un aire perdido que busca arbolada para hacerse sentir, como una hora con el aliento de la niebla de marzo,como un ocioso y solitario marranito de san Antón.

Ahora me vengo a las desandadas, y les pido a las calles que me devuelvan los pasos que por aquí eché; los que me llevaban al locutorio telefónico para sorber en los manguitos de la máquina, la voz, una vez más, de aquella que se fue con el verano prófugo al Mondragón serrano de sus padres.

Que me los devuelvan, ay, que me los restituyan en los cansados ánimos, que me quiero desandar la vida, que me quiero empezar otra vez.

Quiero volver al Barrero esférico de fútbol, y a La Cabezuela a ensoñar sobre la hierba el amor bajo las lentejuelas de la noche titilada. Y a la madrugadora parada del coche de línea, y a las veces que pedí que se rompiera el autocar para no salir de ti.

Háblame, oh, tierra de la nostalgia, de aquel chaval que ensoñaba por aquí simples hazañas vitales, y al que su madre le dio del nudo de su pañuelo un billete azul Zuloaga para que hiciera el Bachillerato nocturno en Salamanca, y ya no pudo volver.

Mi memoria es azul, y largas las calles del recuerdo donde las horas tienden sus sombras como orgullosos paños del Corpus.

Por favor, Sequeros hermoso, déjame escuchar una vez más aquel cuento que me decías en la infancia. Sí, hombre...,acuérdate: el de la persona que iba a ser en el futuro del reloj de la iglesia, y, que, ya ves,aún no sabido encontrar.

Ángel de Arriba Sánchez,
El Escribidor del Tormes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario