más que en palabras, pienso en ventanas altas:
el cristal en donde cabe el sol y, más allá,
el hondo aire azul, que nada muestra,
y no está en ninguna parte, y es interminable.
Ventanas altas, 1974
Philip Larkin
Estoy pensando de quién es un artículo que he
leído recientemente, sobre el poder de las palabras y de las imágenes.
Últimamente mi memoria
me trata como criado mal pagado; me desatiende, me demora sus cuidados o simplemente se me ausenta de
parranda. Sobre todo la memoria próxima, la de las cosas que aún están
tiernas en el calendario, porque olvido datos de ayer mismo y, sin embargo, me es nítido un suceso flaco de hace 30 años.
O eso creo, pues la fabulación acaso sólo sea
la más benévola forma del olvido.
En ese artículo, el olvidado autor decía que a él no le
parecía cierta la frase: “Una imagen vale más que mil palabras”. Creo que lo decía porque era
un literato, y así se entiende su opinión a las primeras, porque otra cosa sería de ser
fotógrafo, o pintor, vamos: aventuro yo.
El autor defendía que cuando se ve la imagen de una ventana ,
esa ventana vemos, y aunque mil ojos la
vieran, todos observarían mudos la misma. Vale: aquí lo de las mil palabras se
cumple. Pero sin embargo,continuaba, si se dice “ventana” y mil personas la oyen, no
tenemos una ventana, sino miles, pues cada cual se imaginará su ventana, o las
suyas: la del desván de la abuela, la del hospital mientras esperaba su primer
hijo, la del hotel donde pernocta solitario, la de la mañana al despertar en
casa de un nuevo amor…
Y que cada cual mire el paisaje que quiera por la ventana de su mente.
Yo en este blog de escribidor y fotografiador , me propongo
exprimir a cada imagen el jugo de sus palabras, así que ando por el medio de
esta cuestión.
La foto que hoy traigo está tomada en un barrio de mi
ciudad. Es la fachada de un garaje sin más pretensiones que la de albergar
vehículos. Y esto es lo debía pensar un
vecino que me vio haciéndola. A este hombre lo conocía: habíamos trabajado en la misma empresa, y entretenía su reciente
prejubilación con paseos matutinos, para que el cuerpo se vaya haciendo al
exceso de ociosidad.
El hombre se extrañaba
de que yo anduviera haciendo una foto a esa fachada insulsa que lleva viendo
30 años, y además, como le indiqué, por arte, no por cuestión catastral ni de ningún
manejo de ventas. Yo le hablé de las
curiosas ventanitas que tenía en lo alto,acaso del cielo azul,o de lo otro, ya no me
acuerdo. Y él me decía que bueno, que si yo lo veía así, pues que estupendo.
Y yo me esforcé
en sacarle su cosa a esta foto, la
imprimí en mi mejor papel, lo busqué por el barrio y se la entregué. ¿Qué dijo
al verla? Miraba la imagen entre sus manos primero ,y luego la fachada del
garaje que teníamos enfrente, y después a vueltas con remirar la foto, hasta
que me dijo: “Oye, que no tengo palabras”.
Va a ser que tienen razón los de las imágenes.
Claro que si yo le hubiera leído el inicio del poema “Ventanas
altas” del poeta británico Philip Larkin, yo no sé qué palabras me hubiese dicho:
Cuando veo una parejita e imagino /que él se la folla y ella
toma / píldoras o usa un diafragma, / sé que es ese el paraíso…
Y tampoco puedo saber del aluvión de imágenes que le hubiesen llegado después de escuchar los versos.
Angel de Arriba Sánchez
El Escribidor del Tormes
Philip Larkin está considerado uno de los mejores poetas en
lengua inglesa del siglo XX. Fue gran amante y experto en jazz, y llegó a ser
el “Poeta laureado” británico, cargo oficial y remunerado entre cuyos cometidos
está el de hacer loas a la Reina por sus aniversarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario